¿Alguna vez te ha pasado dar más de la cuenta y que del otro lado, lejos de agradecerlo, se aprovechan y exigen más? Bueno querido amigo/a, de esto es lo que hablaré en este artículo de hoy.
Quiero ser muy claro y directo porque hay ciertos temas que se deben afrontar desde la crudeza y la realidad por más molesta o dolorosa que sea. Y sí, la buena onda no pagan las cuentas. Y lo aprendí a duros golpes.
Hay una línea muy delgada entre ser bueno y flexible a no tener límites propios.
En la primera situación podemos ofrecer algo más porque entendemos a la otra persona y queremos devolver la confianza que han depositado en nosotros. En la segunda es un acto de agresión a uno mismo.
Porque después de todo nadie te puede agredir si no lo permitís. Siempre hay un “permiso” que otorgamos conscientes o no y más cuando somos principiantes o estamos empezando.
¿Qué es ser buena onda?
Ser buena onda significa dar un poquito más de lo acordado con tal de que el cliente o la otra persona (porque a nivel personal también sucede y mucho) con tal de que la otra persona «no se enoje» o bien, nosotros no quedemos como los malos.
Pero te voy a preguntar una cosa: ¿a qué costo?
Porque si el costo de ser buenos es someternos al otro, agachar la cabeza o peor humillarse ante el otro… entonces el costo es muy alto.
¿Quién dice que somos malos si nos piden algo y no lo hacemos? ¿Nosotros o el otro?
No estoy hablando de no hacer nada por los demás. Justamente lo que me llevó a esta conclusión fue entregar DEMASIADO a los demás. Porque uno quiere ayudar, quiere ser útil y respetado. Pero en muchos casos sucede todo lo contrario.
Nosotros tenemos derecho a decidir si queremos o no hacer algo. No tenemos una obligación de hacerlo. Quizás exista algún tipo de obligación moral, pero cuando esa obligación termina siendo perjudicial, entonces hay que poner un freno.
La historia del zorro y el león
El león era el animal más grande del lugar. Dominaba a todos y era el más fuerte y más temido por los demás animales.
Siempre estaba persiguiendo a los demás para pedirles su comida a cambio de que no se los comiera. Por supuesto, todos los animales más pequeños se rendían ante semejante bestia y regalaban su comida por miedo.
Hasta que un día se topó con el zorro. Este zorro era más astuto, pero sentía el mismo miedo que los demás.
Así que cuando se cruzó con el león y el león le pidió su comida, este no tuvo más remedio que entregárselo.
Pero con el tiempo, el león ya no se conformaba con lo que pedía, sino que ahora se había puesto peor. Además de su comida, también quería que cambiara el camino de regreso a su casa. Y no solo eso, tampoco le gustaba como caminaba. Otro día que no bebiera en esa parte del río.
El zorro se encontró cambiando de camino.
Comiendo menos. Hablando menos.
Hasta que un día, al verse en el reflejo del agua, ya no se reconoció.
“¿Cuánto más voy a ceder para que no se enoje y me coma?”
Ese día no hubo discusión.
Ni rugido.
Ni pelea.
El zorro, simplemente, tomó su comida, caminó por el sendero prohibido, y bebió del río donde no debía.
Lo hizo sin coraje.
Pero con claridad.
El león lo vio. Y rugió.
Pero el zorro… no se detuvo.
Y para sorpresa de todos…
el mundo no se acabó.
El león no lo devoró.
Solo buscó a otro que tuviera más miedo que dignidad.
Desde ese día, el zorro no fue más el mismo.
Tampoco el bosque.
Porque cuando uno se atreve a ser libre, otros también recuerdan que pueden serlo.
Reflexión de la historia
A veces en la vida tenemos que decidir si cuidarnos a nosotros mismos o priorizar a los demás. Es un dilema difícil, pero si vos mismo/a no estás bien la realidad es que no vas a poder ayudar a nadie. Además, poner límites no es ser malo, es simplemente decir, esto no lo quiero hacer.
En ciertas ocasiones podemos explicar por qué no y en otras ni siquiera es necesario.
Cuidar tu tiempo y tu salud mental es un acto de grandeza y cuidado propio. No porque seas mejor que los otros, simplemente porque sabes que si cedes a todo, como en el caso del león, el problema no termina ahí.
Es muy probable que la otra persona no se conforme con eso y sigue pidiendo cosas porque sabe que estás. Hay personas que lo hacen sin darse cuenta y otras que son manipuladoras y lo hacen intencionalmente.
Eligen personas débiles o con bajo respeto propio para imponerlas cosas sin que èste les diga algo (que fue lo que me pasó a mí).
Pero yo no lo sabía. En ese momento creí que estaba haciendo lo correcto, pero nada más lejos de la realidad.
Invitación a decir NO
Para finalizar esta publicación de hoy te quiero invitar a que practiques decir NO. Pero que lo digas cuando realmente no querés hacer algo y por miedo decís que sí.
Solamente intentalo para ver que pasa. No te digo que no vayas a trabajar o que no cumplas con tus responsabilidades. Voy al punto de cosas personales que no son obligatorias. Cosas como:
Un amigo/a que te pide un favor, pero ya te pidió miles y vos no ves lo mismo del otro lado. Una pareja que te dice lo que no podés hacer y por miedo agachas la cabeza.
Hey! No estoy diciendo que te separes y te vuelvas un rebelde! Nono! Digo que seas consciente de que tenemos derecho a ser quienes queremos ser realmente. Pero eso no se gana pasivamente. Eso exige actuar y enfrentarse ante la incomodidad del otro.
Si el otro realmente te quiere no lo va a tomar mal, quizás a lo primero se incomode, pero luego se dará cuenta de que te estás cuidando.
De lo contrario, si el otro se enfada o te tilda de egoísta, eso no es amor. Es abuso disfrazado.
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